martes, 10 de marzo de 2015

María Gracia Subercaseaux, la fotógrafa profesional: “La fotografía es la constancia de que uno ha vivido”


Conocer a María Gracia Subercaseaux por fotografías o a través de sus programas radiales y televisivos, no nos permitiría saber lo que realmente es. Sería una aproximación solamente. Una foto no habla más que mil palabras. Ella dice más en persona. Es una imagen sensible que explica apetencias, también del viaje que le espera por la tarde a Chiloé y del almuerzo que tiene que preparar porque hoy viene su padre a visitarla. Ella es eso y también unos ojos pardos que brillan en busca de un tesoro para capturar.


María Gracia trabajaba como diseñadora de vestuario cuando se da cuenta que había algo que le faltaba. Le cuesta expresarlo en palabras, pero insiste, se las arregla para verbalizarlo y agrega que solo la gente que lo ha vivido puede entenderlo, y lo aclara, “no me llegaba lo que hacía, había que sacar algo de mí, empecé por la escritura. Ella me calmó en parte”. Pero no se sentía cómoda, buscaba canalizar la emoción de sus sensaciones, “trataba de descubrirme, de expresar lo que me sucedía, pero no era buena escribiendo”.

El año 1997 llegó con un descubrimiento, “me encontré con una exposición de fotografía de Luis Poirot en el Museo de Bellas Artes”, y agrega con entusiasmo, como si volviera a vivirlo, “fue como una epifanía, una revelación”. De inmediato entendió que la fotografía era el lenguaje que buscaba.

Su personalidad ansiosa comenzó a manifestarse, descubrió en la fotografía un resultado, “logré captar aquello que quería guardar, la fotografía resuelve absolutamente mi ansiedad, es inmediata y también tiene que ver mucho con la nostalgia, con la muerte, es el registro que queda, la constancia de que uno ha vivido”. Empezó sus clases de fotografías en los estudios de Luis Poirot.

Así es como la fotografía no tan solo le permitió buscar resultados que la llenaran profesionalmente, sino que también le permitió dejar constancia que su hermano fallecido existió y logró que sus dos hijos se enteraran de ello y además, pudo dar a conocer aspectos de la vida que él vivió en el norte de Chile, cerca del mar. Es el registro que ella va dejando.

Su primera Canon y la segunda cámara

La primera cámara que usó para su trabajo fotográfico fue una Canon Reflex, antigua, con rollo, película blanco y negro. Se la pasó su esposo, pues él se da cuenta que la fotografía es lo que le gustaba a María Gracia. La segunda cámara fue una Hasselblad 500, se la compró con dinero que lograba con las fotografías de su Canon Reflex. Con la Hasselblad se reencuentra con el retrato, es así como logró su trabajo “18 Segundos”, donde denunció el maltrato que cada 18 segundos sufre la mujer en alguna parte del mundo. Cuenta el logro de su trabajo, “la mujer agredida está tan anulada que pasa a un estado inmaterial, se vuelven fantasmagórica, sienten que no valen y se merecen el maltrato. Ahí materialicé ese desgracia que sufre la mujer en imágenes”, y prosigue, “hace poco este trabajo me la compraron los Tribunales de Familia de la calle San Antonio, la muestra está íntegra en exposición permanente”, termina diciendo con mucho entusiasmo. “Luego me encargaron varios proyectos, trabajé con Luis Poirot, ambos tuvimos que fotografiar a los niños con cáncer en el hospital Exequiel González Cortés, fue una experiencia durísima, pero bella”.

“He robado imágenes y no me arrepiento”

María Gracia, con el programa de televisión Mundo Ad Portas de canal 13 Cable, tuvo que viajar por África, el Sudeste Asiático y Medio Oriente. Un mundo que le permitió acceder a otras culturas. Confiesa que tuvo que robar tomas fotográficas, “he robado imágenes y no me arrepiento de nada, esas han sido las más maravillosas. En Vietnam, en las montañas, cerca de la frontera con China, en unos arrozales había una etnia, una tribu de mujeres que no se dejaba fotografiar, pero hubo un momento en que ellas dedicadas a su trabajo me permiten captar imágenes en esos parajes y, luego en el mercado de Zapa, donde todas estaban concentradas cosiendo unas prendas maravillosas que son sus trajes típicos y alcancé a disparar una foto antes que me echaran, esa foto resultó ser maravillosa. En este viaje hay como cinco fotos que fueron robadas, pero las otras, la mayoría, fue con permiso, con mucha amabilidad y respeto”. Todo ese trabajo fue titulado como “Mano de Obra”.

La opinión y la democratización de la fotografía

Hoy, a pesar del peso que tiene que soportar en las largas caminatas en busca de una fotografía, prefiere una Sony Alfa 900, “es pesada, pero muy buena, uso tres lentes, uno largo, un gran angular y uno normal”.

Ha podido fotografiar la agresión que sufre la mujer, el alma de la sensualidad en un desnudo, cómo se refleja el cáncer en el rostro inocente de un niño, pero confiesa que hay algo que no podría captar en una fotografía, “difícilmente podría retratar lo que me da asco no podría fotografiar el abuso de poder, la información privilegiada, el pensamiento retrógrado, el cinismo de nuestra sociedad, la ambición y la codicia”, enumera con seguridad.

Entiende y se hace parte de la indignación de la gente, así como el valor del acceso que la gente ha tenido a la fotografía a través de los celulares. “Se están tomando fotografías lindas. Instagram ha contribuido en esto. Hay necesidad de expresarse con la imagen. Hay una urgencia de estar presente, la gente quiere tener voz, y las redes sociales han entregado esta posibilidad. Twitters nos permite escribirle a Obama, se puede acceder a la persona que antes nos parecía ajena. Si contesta, eso es otra cosa. Esto es bueno para la democracia. Aunque detrás de la masa hay una agresión, pero todo lo que se dice con respeto, contribuye y permanece;  la agresión desaparece, no queda.

El trabajo que guarda con más amor

Para María Gracia Subercaseaux, lo más destacable de su trabajo, no ha sido una fotografía en sí, sino un proyecto que hoy califica como lo más emblemáticos de su trayectoria profesional y, da sus razones, “en el trabajo con los desnudos, en general los autorretratos, encontré una voz, de qué estaba hecha, encontré mi alma. Me atreví, me tiré a la piscina, tuve el coraje, porque podría haberme acobardado cuando empezaron a criticarme los sectores conservadores que mi trabajo era pornografía, que invitaba al sexo, pero no era así, en esa muestra hay sentimiento, hay gestos que se reflejan. Mil cosas en ese momento pasaron y ese gesto, esa emoción quedó retratada. Este es el trabajo que guardo con más amor”.

Cada proyecto, cada fotografía que hace, no tan solo va plasmando su quehacer profesional, sino también su carácter, “me van ayudando a ser una mujer menos prejuiciada, una mujer más respetuosa con las libertades individuales. Creo en el amor en todas sus formas, creo en la bondad de la gente, es algo que me importa mucho. A veces soy drástica en mis opiniones, encuentro que es importante que existan opiniones diversas aunque algunas, no pueda entenderlas”.

María Gracia Subercaseaux, la fotógrafa inquieta, ansiosa, se pone de pie para mostrar la intimidad del altar de fotos familiares: su hermano, sus hijos, ella misma con pelo largo, luego se detiene frente a la foto de su padre para decir en voz alta, “debo preparar almuerzo, hoy viene mi papá”.

http://www.revistapuntociego.cl/marzo-2015/

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