Conocer a María Gracia Subercaseaux por fotografías o a través de sus programas radiales y televisivos, no nos permitiría saber lo que realmente es. Sería una aproximación solamente. Una foto no habla más que mil palabras. Ella dice más en persona. Es una imagen sensible que explica apetencias, también del viaje que le espera por la tarde a Chiloé y del almuerzo que tiene que preparar porque hoy viene su padre a visitarla. Ella es eso y también unos ojos pardos que brillan en busca de un tesoro para capturar.
María Gracia trabajaba como diseñadora
de vestuario cuando se da cuenta que había algo que le faltaba. Le cuesta
expresarlo en palabras, pero insiste, se las arregla para verbalizarlo y agrega
que solo la gente que lo ha vivido puede entenderlo, y lo aclara, “no me llegaba lo que hacía, había que
sacar algo de mí, empecé por la escritura. Ella me calmó en parte”. Pero no
se sentía cómoda, buscaba canalizar la emoción de sus sensaciones, “trataba de descubrirme, de expresar lo que
me sucedía, pero no era buena escribiendo”.
El año 1997 llegó con un
descubrimiento, “me encontré con una
exposición de fotografía de Luis Poirot en el Museo de Bellas Artes”, y
agrega con entusiasmo, como si volviera a vivirlo, “fue como una epifanía, una revelación”. De inmediato entendió que
la fotografía era el lenguaje que buscaba.
Su personalidad ansiosa comenzó a
manifestarse, descubrió en la fotografía un resultado, “logré captar aquello que quería guardar, la fotografía resuelve
absolutamente mi ansiedad, es inmediata y también tiene que ver mucho con la
nostalgia, con la muerte, es el registro que queda, la constancia de que uno ha
vivido”. Empezó sus clases de fotografías en los estudios de Luis Poirot.
Así es como la fotografía no tan solo
le permitió buscar resultados que la llenaran profesionalmente, sino que
también le permitió dejar constancia que su hermano fallecido existió y logró
que sus dos hijos se enteraran de ello y además, pudo dar a conocer aspectos de
la vida que él vivió en el norte de Chile, cerca del mar. Es el registro que ella
va dejando.
Su primera Canon y la segunda cámara
La primera cámara que usó para su
trabajo fotográfico fue una Canon Reflex, antigua, con rollo, película blanco y
negro. Se la pasó su esposo, pues él se da cuenta que la fotografía es lo que
le gustaba a María Gracia. La segunda cámara fue una Hasselblad 500, se la compró
con dinero que lograba con las fotografías de su Canon Reflex. Con la
Hasselblad se reencuentra con el retrato, es así como logró su trabajo “18
Segundos”, donde denunció el maltrato que cada 18 segundos sufre la mujer en
alguna parte del mundo. Cuenta el logro de su trabajo, “la mujer agredida está tan anulada que pasa a un estado inmaterial, se
vuelven fantasmagórica, sienten que no valen y se merecen el maltrato. Ahí
materialicé ese desgracia que sufre la mujer en imágenes”, y prosigue, “hace poco este trabajo me la compraron los
Tribunales de Familia de la calle San Antonio, la muestra está íntegra en
exposición permanente”, termina diciendo con mucho entusiasmo. “Luego me encargaron varios proyectos,
trabajé con Luis Poirot, ambos tuvimos que fotografiar a los niños con cáncer
en el hospital Exequiel González Cortés, fue una experiencia durísima, pero
bella”.
“He robado imágenes y no me arrepiento”
María Gracia, con
el programa de televisión Mundo Ad Portas de canal 13 Cable, tuvo que viajar por África, el Sudeste Asiático y Medio Oriente. Un mundo que le
permitió acceder a otras culturas. Confiesa que tuvo que robar tomas fotográficas, “he robado imágenes y no me arrepiento de
nada, esas han sido las más maravillosas. En Vietnam, en las montañas, cerca de
la frontera con China, en unos arrozales había una etnia, una tribu de mujeres
que no se dejaba fotografiar, pero hubo un momento en que ellas dedicadas a su
trabajo me permiten captar imágenes en esos parajes y, luego en el mercado de
Zapa, donde todas estaban concentradas cosiendo unas prendas maravillosas que
son sus trajes típicos y alcancé a disparar una foto antes que me echaran, esa
foto resultó ser maravillosa. En este viaje hay como cinco fotos que fueron
robadas, pero las otras, la mayoría, fue con permiso, con mucha amabilidad y
respeto”. Todo ese trabajo fue titulado como “Mano de Obra”.
La opinión y la democratización de la fotografía
Hoy, a pesar del peso que tiene que
soportar en las largas caminatas en busca de una fotografía, prefiere una Sony
Alfa 900, “es pesada, pero muy buena, uso
tres lentes, uno largo, un gran angular y uno normal”.
Ha podido fotografiar la agresión que
sufre la mujer, el alma de la sensualidad en un desnudo, cómo se refleja el
cáncer en el rostro inocente de un niño, pero confiesa que hay algo que no
podría captar en una fotografía, “difícilmente
podría retratar lo que me da asco no podría fotografiar el abuso de poder, la
información privilegiada, el pensamiento retrógrado, el cinismo de nuestra
sociedad, la ambición y la codicia”, enumera con seguridad.
Entiende y se hace parte de la
indignación de la gente, así como el valor del acceso que la gente ha tenido a
la fotografía a través de los celulares. “Se
están tomando fotografías lindas. Instagram ha contribuido en esto. Hay
necesidad de expresarse con la imagen. Hay una urgencia de estar presente, la
gente quiere tener voz, y las redes sociales han entregado esta posibilidad.
Twitters nos permite escribirle a Obama, se puede acceder a la persona que
antes nos parecía ajena. Si contesta, eso es otra cosa. Esto es bueno para la
democracia. Aunque detrás de la masa hay una agresión, pero todo lo que se dice
con respeto, contribuye y permanece; la agresión desaparece, no queda.
El trabajo que guarda con más amor
Para María Gracia Subercaseaux, lo más
destacable de su trabajo, no ha sido una fotografía en sí, sino un proyecto que
hoy califica como lo más emblemáticos de su trayectoria profesional y, da sus
razones, “en el trabajo con los desnudos,
en general los autorretratos, encontré una voz, de qué estaba hecha, encontré
mi alma. Me atreví, me tiré a la piscina, tuve el coraje, porque podría haberme
acobardado cuando empezaron a criticarme los sectores conservadores que mi
trabajo era pornografía, que invitaba al sexo, pero no era así, en esa muestra
hay sentimiento, hay gestos que se reflejan. Mil cosas en ese momento pasaron y
ese gesto, esa emoción quedó retratada. Este es el trabajo que guardo con más
amor”.
Cada proyecto, cada fotografía que hace,
no tan solo va plasmando su quehacer profesional, sino también su carácter, “me van ayudando a ser una mujer menos
prejuiciada, una mujer más respetuosa con las libertades individuales. Creo en
el amor en todas sus formas, creo en la bondad de la gente, es algo que me
importa mucho. A veces soy drástica en mis opiniones, encuentro que es
importante que existan opiniones diversas aunque algunas, no pueda
entenderlas”.
María Gracia Subercaseaux, la fotógrafa
inquieta, ansiosa, se pone de pie para mostrar la intimidad del altar de fotos
familiares: su hermano, sus hijos, ella misma con pelo largo, luego se detiene
frente a la foto de su padre para decir en voz alta, “debo preparar almuerzo, hoy viene mi papá”.
http://www.revistapuntociego.cl/marzo-2015/
http://www.revistapuntociego.cl/marzo-2015/
No hay comentarios:
Publicar un comentario