jueves, 9 de julio de 2015

La trastienda de Chile a la orilla del tren


El tren al sur parte hoy de Santiago en tres horarios, mañana, mediodía y el último al atardecer. Pero solamente hasta Chillán.

La comodidad es la misma de antaño, quizás mejor; viajan menos. Todos los pasajeros tienen mesitas y si alguien queda al medio del vagón le corresponde una mesa amplia y más cómoda, una familiar para compartir las cinco horas que separan la capital de la ciudad de las longanizas. Las mascotas son aceptadas, pero en vagones destinados para ellas.

Ya desde la estación Rancagua se empieza a sentir el borde interno en que ha ido quedando el paso del tren.

En otros tiempos las estaciones iban generando y acogiendo la actividad comercial, cívica y cultural a su alrededor. Las ciudades crecían a su paso. Luego la Plaza de Armas y el centro que cada ciudad generaba.

Tanto Curicó como Talca dejan ver, desde el tren, la plaza que hoy pareciera que da las espaldas. Pero ese centro no está lejos de las estaciones, se siente cerca, se ve. Se acusa que ese centro no pudo alejar ni cambiarse. El lugar fundacional de cada ciudad está al lado da la estación de trenes. Pero tiende a desaparecer.

Pero se está igualmente lejos. Parece un fantasma a paso seguro en busca de la otra estación. Que aunque abandonada, herida del hedor de los vagabundos y los desadaptados, se mantiene para decir al menos que por aquí pasó algo.

Finalmente Chillán recibe en su estación limpia. Las escalinatas dan a una explanada donde se estacionan los taxistas en espera de la vuelta de los pasajeros. De inmediato queda a la vista la avenida que cruza el frontis de la estación. Ahí hay un parque que recuerda a los otros desaparecidos.  

No hay comentarios: