
La administración de todos los conocimientos de la humanidad, las inquietudes que generan sus habitantes, lo que escribe el vulgo y las estupideces que se desatan. Pasando además por la mugre inservible, también entran en el acopio de Google.
Una empresa que ya tiene el monopolio de los archivos. Le ha ganado al quien vive y hoy es la que guarda y administra este tesoro. Pero no todo hasta ahí, pues nada saca con guardarlo y hacerlo suyo.
En una sociedad de la información, el acceso a ella es fundamental. Su administración está determinada por la prioridad que el usuario imponga, sus deseos y la necesidad de sus prioridades van quedando como una información más. Ya se sabrá cómo administrarla o bien algún gobierno se interesará por saber que busca el individuo, traducido al interés gubernamental es que necesita el hombre.
Claro, hoy cada vez más el individuo está marcando su importancia, determina y construye poderes que antes le estaban vedado, ya sea por su costo o bien por su accesibilidad. Hoy Google, sin que el usuario se mueva de su escritorio permite que este ser se pasee por este mar de información a un costo de tiempo y nada más.
¿Y nada más?
No, el usuario debe entregar sus antecedentes, sus señales, sus gustos, sus inclinaciones, sus sueños soñados y por soñar, sus pasos perdidos y delatar a sus amigos, parientes, al papá y la mamá. Y en compensación a estos datos una vertiginosa información ante sus ojos.
Bueno, algo tiene que ganar la empresa, nada es gratis.
Lo importante es que el uso de este prontuario se haga en beneficio de todos con el desmedro de uno.
Como consuelo, digo yo.