
Claro, así adquieren su nombre. Y a cada instante.
El peatón cotidiano depara en muchas realidades. Todas distintas.
Las características de las calles tienen que ver con su nombre. Están determinadas por lo vivido.
Es para orientarse, pero lo más importante es para ubicarse en ella.
En Santiago de Chile, Maestranza para Portugal, Cintura del Sur para Avenida Matta, Los perros para Carmen y así.
Las calles están vivas. Ellas ahora, en este mismo instante, adquieren otros nombres subterráneos. Son otras las experiencias que empiezan a vivir.
Y no puede ser de otra manera. Todos vivimos en ellas, hacemos lo que debemos y transitamos. Así le damos ese toque particular.
La cuadra del denunciante
Por ejemplo, avenida Matta es distinta en todas sus cuadras. Poco se parece una de la otra. Cada tres se da paso a otro universo. Casi un acuerdo.
En la primera cuadra, bajando del Metro Parque O´higgins, existe una amasandería por la acera sur, entre Viel y San Ignacio. Las ofertas, los precios de su mercadería compiten apenas con todo el decorado del frontis de su negocio cubierto de fotocopias de diarios y revistas chilenas que denuncian el atropello y la corrupción de la policía. Cada día cambia la información en la medida que se suceden nuevos hechos.
Su dueño, tiene más interés en denunciar que vender el pan de cada día.
A la altura de las virtudes humanas
En San Francisco, entre 10 de julio y Copiapó, otro comerciante. Su boliche de barrio hace le diferencia. En una pizarra negra, que no es más que la tapa de la ventana, ahí, día a día, el bolichero escribe mensajes de su puño y letra. Cohelo, Platón, Tagore levantan el ánimo a las caseritas desde muy temprano. Y al otro día, Jesús arremete para hacer pensar que cada día tiene su afán.
Su dueño, entre jamonadas, pimienta y detergentes, vende gramos de algo para el alma.
Y así, cada vez que doblo una esquina, me encuentro con otra calle que también está viva y dirá que quiere cambiar su nombre.
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