Todos los días, Elcira Muñoz era la primera de los clientes en llegar hasta las puertas de la oficina principal del Banco Estado en Alameda 1100, para realizar sus depósitos en las seis libretas de ahorro que le pertenecían.
Dos y tres faldones la vestían, un paño en su cabeza dos frazadas acuesta y un bolso armado de bolsas plásticas que apenas asía de un remedo de manilla hecho con cintas de embalaje que en una y cinco vueltas lograban dar volumen a esta improvisada maleta.
Ella, en la ventanilla correspondiente sacaba de sus bolsillos monedas de uno, cinco, diez y cien pesos y que trataba de ordenar sobre sus libretas expuestas a los ojos de la cajera bancaria. Una y otra moneda era de 500. La funcionaria, luego de contestar el saludo de Elcira, procedía a la cuenta de los metales como una acostumbrada actividad diaria frente a un habitual cliente.
Por muy extraña que pareciera esta clienta en los pasillos del banco, los guardias y la mayoría de las cajeras del banco la conocían desde hace tiempo. Es más, para la mayoría de ellos, Elcira era más antigua como clienta que ellos como empleados.
Todas sus monedas ganadas como pordiosera las llevaba cada mañana al banco para depositarlas. Elcira había abierto su primera libreta de ahorro a comienzo de los años 60.
El Santiago de los años 60
El restaurante Il Bosco fue inaugurado el 27 de octubre de 1947, en el local de Alameda de Las Delicias 867. Lo fundaron los hermanos Luis y Arilio Bosco Salzano y Luis Giannimeri. En la misma avenida, casi al frente a la casa Central de la Universidad de Chile, se encontraba la pastelería y salón de té “El Negro bueno”. Fue un café de amanecida. Estos dos locales acogieron a una nutrida actividad intelectual y recreativa de aquellos años.
Muchas prostitutas aparecían por el lugar conformado por estos locales, la Iglesia San Francisco y hacia el frente, la Casa Central de la Universidad de Chile.
Las llamadas “niñas de la noche” esperaban allí, atentas a capturar algún borrachín viniendo de “Il Bosco” o algún noctámbulo recién salido de “El Negro Bueno”. Todo el barrio de París y Londres, a sus espaldas, alternaba viviendas con burdeles y hoteles parejeros que permitían retozar un amor furtivo a sus anchas.
Una mujer llega a la Estación Central
Elcira Muñoz, era una muchacha de 25 años que “patinaba” por el sector en busca de clientes para su oferta de amor tarifado. Era una prostituta que como las demás compañeras del “ambiente” venían del sur de Chile en busca de nuevas formas para ganarse la vida a la que llevaban en sus pueblos o campos sin esperanzas ni acogida. De la Estación Central a la calle, casi un designio natural.
Su cara tersa, llena de polvos faciales, labios rojizos bien contorneados, rimel que lograba acentuar sus pestañas crespas la hacían parecerse a una muñeca. Su aspecto se hizo característico. Sus amigas, sus clientes, los comerciantes del sector y suplementeros le cambiaron su nombre. La empezaron a nombraron la Muñeca.
Las ganancias diarias, que lograba la Muñeca, las tenía que organizar. Sabía que la única manera de hacerse de ahorros para solventar tiempos difíciles era tener una libreta de ahorro. Ella sabía como organizarse.
La ciudad, las amistades y los tiempos le fueron mostrando nuevos formas de vida a la Muñeca. Se llenó de lujos que nunca le habría permitido la miserable vida de su pueblo natal. El gusto por las joyas se transformó en la principal debilidad. Sus dedos se cubrieron de ellos. Los lució peligrosamente. Pero no eran para ahorros, era el derecho a la prestancia y al poder. Ella quería disfrutar. Y los hacía relucir.
Elcira y su amiga Marta
Elcira Muñoz, tenía una amiga. Ella era una mujer de 23 años que también se dedicaba a la búsqueda de “clientes” al frente del restaurante Il Bosco. A veces, aparecían por allí no sólo pidiendo prestado el baño, sino para tomarse algún trago y hacer un comentario necesario. Eso lo hacían tanto en “Il Bosco” como en los locales nocturnos del entorno.
Ellas, el 24 de enero de 1968 no lograron verse durante la noche. Su amiga Marta Irenia Matamala Montecinos entró al baño de Il Bosco.. Los borrachines la reconocieron y cuentan que vestía de zapatos y cartera color lila. Marta volvió a su puesto callejero buscando clientela en la vereda Norte de la Alameda.
Era poco más de las 5:00 de la madrugada, cuando un misterioso hombre la contactó para ser su cliente.
Marta y su cliente atravesaron la Alameda en dirección a la calle Londres hasta el “Hotel Princesa”, una de las principales sedes de amor pasajero que se encontraba en Londres 49.
Había pasado solamente una hora desde que fuera vista por última vez, tan radiante y provocativa en las dependencias de “Il Bosco”.
Marta Matamala fue degollada, en la pieza 2 del hotel, por un enano maldito.
Elcira, la muñeca, ha logrado sobrevivir.
Han pasado 41 años de aquel suceso de muerte, hoy la Muñeca no habla, solo estira su mano derecha para recibir las monedas que los transeúntes le dejan caer.
Sus cinco dedos lucen anillos. Nada se sabe de sus libretas.
No habla, sólo masculla palabras que no se pueden descifrar, pero algo quiere decir.
Ella sigue viviendo. No se sabe si gracias al ahorro, a los anillos que decoran sus dedos, los perros que la circundan o el cobijo que le da las puertas de la iglesia de la Merced, en la comuna de Santiago.
2 comentarios:
Cuantas muñecas hemos tenido como Elcira? y cuantas tenemos hoy escondidas bajo la modernidad? ya muy pocos las ven, ya a muy pocos les interesa ver, pero están ahi,también sus hijos.. producto de nuestra sociedad, de nosotros.
Qué bella historia...Y pensar que aquí en Colombia hay tantos y tantas con vidas similares y con la muerte respirando en su cuello...
Bibiana Aristizábal
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