¿Por qué se le pega a una mujer? Puede ser una pregunta extraña, como para mirar al que la hace por el rabillo del ojo y con un rictus de desconfianza, pero ¿por qué se le pega?
Hacer esta pregunta necesariamente me recuerda otra ¿por qué el perro mueve la cola?
Los estudioso y los no tanto dan variadas razones. Desde las sicológicas, pasando por las sociológicas hasta llegar a las esotéricas y otras un tanto más extrañas. La pasión siempre se desplegará en la búsqueda de una explicación para esta conducta del macho. La mujer, la esposa también da su opinión y también notará que algo de pasión rodeó su exposición frente al macho que la escuchaba atento asintiendo con la cabeza que lo que decía ella era cierto. Hasta la muerte.
Se habla de la asimetría del poder y de la connotación social que históricamente ha tenido la mujer, tanto en la esfera pública como privada. El asesinato de mujeres como resultado extremo de la violencia de género que ocurre tanto en el ámbito privado como en el espacio público, comprende a aquellas muertes de mujeres a manos de sus parejas, ex parejas o familiares, asesinadas por acosadores, agresores sexuales o violadores.
La violencia de género durante mucho tiempo gozó de parcial o completa impunidad, ya que según el antiguo Código Penal chileno y de muchos otros países, estimaba que con la certeza y presunción de infidelidad de la mujer bastaba para exculpar o atenuar en gran medida la culpabilidad del asesino. Y, además por algo las leyes las hacen los hombres.
Los celos son la principal causa de femicidio. El macho mata por celos.
Al hombre herido en su amor no se le podría pedir racionalidad y reaccionar con mesura ni menos entender que la belleza de su amada también puede encandilar a otros.
¿La mujer estaría imposibilitada de sentir celos? No, ella siente celos y a cada rato, de todo siente celos, pero… ¿Por qué no mata al macho que le ha provocado ese sentimiento?
Sí, ella también mata y ha dado muerte a su macho, pero son las menos. No han sido las frágiles, todo lo contrario. Ellas son las que han podido mover al perro.
Las otras, las que no viven para contarlo no pudieron moverlo ni a palos.
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