jueves, 6 de octubre de 2011

45 granos de arroz malo para un día que no creo que llueva

El fin de semana llovió, hoy ya es miércoles y sigue nublado, dejó de llover, pero hay amenaza. Dice él del tiempo que por la tarde habrá lluvia; creo que no, pero el ambiente natural, la sensación, como diría el alma campesina, es posible. No sé por qué no lo creo… sin embargo, fui a la calle, me puse sombrero, compré una pantalla verde para mi ampolleta mayor, la instalé y me fui de nuevo a la calle en busca de hacer algo que me satisfaga.

Quiero almorzar, pero de esos almuerzos; busqué, pensé… es extraordinario pensar en la comida que uno quiere preparar, que no es lo mismo a los que uno quiere comer. Hay diferencias. Son cosas que provoca un día que amenaza con llover. Compré un trozo hermoso de pavo deshuesado, fue elegido pensando en la pulpa de cerdo. Uf, mejor el pavo, por si llueve, me dije. Eché en el carro vino, cebollas, pan y el pavo. Encontré caro el ajo y el tomate, me encanta cocinar siempre, siempre con ellos y decidí comprar fuera del supermercado. Pagué con tarjeta débito y la cajera me pregunta si quiero vuelto, le dije que no y me fui con lo mío al boliche de la esquina por lo que me falta; mucho ajo y tomates. Pero en la calle me entero que no tengo dinero efectivo para el tomate y el ajo. Que mal es esto, ellos, los del banco, por sacar plata cobran y cobran, no les daré los pesos que requieren; ellos quieren 300 pesos y yo mucho más, más que ellos y decido por lo que tengo en casa y que se las busquen por otro.

Mi olla lavada el fin de semana se va al fuego con aceite; ajo molido casi compacto por la humedad de ahora, mucha cebolla; un tomate, romero, orégano, merquén, que algo quedaba; un zapallo italiano a medio consumir, un zapallo de los amarillo intenso que quedaba de un estofado y, vino a destajo, mucho vino, casi sin miramientos. Abro la olla y revuelvo, abro y degusto, abro y muelo el zapallo amarillo que le da consistencia. Vuelvo a la olla después de 30 minutos y degusto, pongo más sal, algo de jugo de limón y, recargo de otro tanto de vino, pienso en la consistencia y me encuentro a boca de jarro con un arroz comprado con dineros limitados; muy barato, solamente para sopa mala sirve, fue así, tuve mala experiencia aquella vez, lo miraba a medio cocer a medio comer; una estafa el miserable arroz. Torpemente decidí no botarlo, ahora lo quiero usar en este aromático pavo, me digo que con poco puede dar consistencia y así controlarlo. Qué pienso, qué estoy pensando y llevándome por la tontera esparzo algo de 45 granos sobre el delicioso encebollado de pavo. Debo esperar, y mucho más con ahora con este arroz debo hacerlo.
Espero. Voy a la olla. El arroz avanza terco, ya debería estar cocido, pero va, lento, pero va. ¿Cómo un arroz puede ser malo e incomestible? Es imposible todo por la mano tan humana como la del hombre lo intervenga para realzar otros y diferenciar al resto. Bueno, ahora el arroz miserable no lo es tanto; logró darle consistencia al caldo, lo que el zapallo amarillo logró a medias, el arroz lo hizo perfecto, pero él sigue duro, pero algo solamente. Es como el pan; todo lo condensa, todo lo remedia, todo lo cumple y lo satisface. Vuelvo a la olla. Perfecto, logrado con exactamente 45 granos de arroz miserable. Ha quedado notable, delicioso.

Me entero que la lluvia se viene, las primeras gotas empiezan a decorar el fin de la tarde. Ha empezado a llover y el pavo ha quedado para mi gusto solamente con 45 granos de arroz del malo.