martes, 31 de mayo de 2011

Don Vicente, el último militante empieza su retirada



Conocí a don Vicente cuando él tenía 51 años

Ya nos ubicábamos desde la población San Joaquín.

El era comunista y yo socialista

Ya el Golpe de Estado había ocurrido, conversábamos entonces como sobrevivientes, compartíamos dolores y miserias. Cantábamos hasta las lágrimas las canciones mexicanas que le gustaban y que tanto interpretaban su vida campesina, de pirquinero y de dirigente obrero del vidrio.

Nos unía la desgracia en que Chile estaba sumido. Yo tenía hermanos caídos en desgracia y él, su hija y su yerno en el exilio.

Compartimos la soledad. Y durante dos días un cordero asado y mucho vino tinto nos hizo compañía hasta que la noche nos cubriera y el día nos desabrigara.

Pero compartimos mucho más

Su hija María Olivia llegó a ser mi amor y mi cobijo, y nuestros tres hijos; sus nietos. Siempre él y la señora Isabel nos apoyaron en nuestros primeros pasos como familia. Eso hace un saludo eterno ahora.

Pareciera que la vida empezó a rodar nuevamente cuando los nietos y bisnietos copaban los pasillos de su casa.

Hubo fiesta para todos, las puertas de su casa siempre estaban abiertas para los cumpleaños, Fiestas Patrias, Navidad y Año nuevo. Los domingos era plato obligado la cazuela de ave que preparaba Isabel para todos. Y por las tarde las canciones invadieron con aroma de júbilo la mesa compartida. Eso fue siempre y doy fe que fue así.

El marcado carácter humanista de don Vicente llenó todo de alegría, vitalidad y esperanza

Y como una labor asumida se encargaba de comunicar las veces que podía lo que había vivido desde niño, de adolescente y adulto. Los nietos lo saben hoy y lo harán carne mañana.

Pasado el mediodía



Lloró sin poder contenerse frente a sus hijos la muerte de Isabel, su mujer de siempre. Maduró la idea que era mejor estar con ella que en la tierra que apenas lo sostenía. Y pasado el mediodía, con una claridad, como si estuviera en la pisadera del bus que lo llevaba sin retorno a la cita con ella, se despidió uno a uno de sus hijos y nietos. Se subió a ese vehículo y levantó la mano en actitud de saludo.

Desde esta voz, tenga usted un viaje corto y una estadía eterna en las faldas de la vida que siempre será la misma. Vaya para usted un gran abrazo y el agradecimiento por lo que compartimos y por todo lo brindado.