
Claro que te acuerdas del pasillos largo que daba a un espacio que existe y nadie lo toma en cuenta. Esa mujer, taladrada de tiempo y vapores etílicos, y que aunque confiese que son 23, a ella le lleva tiempo más en la atención de dar y vender ese brebaje que es eterno, o bien, un poco menos, de verdad, había cierta tersura en la pìel, pero si te diste cuenta, ella estaba amargada. No se da cuenta que hace una tarea para el sueño digno. No sabe ni se ha dado cuenta que los borrachos que solazan bajo ese verdor poco digno del patio de atrás, pero necesario a la hora que Baco ingresa al venoso cuerpo. Ellos felices ante el último lugar digno que antes sus ojos se levanta, un patio con sombras de verde natural, y mesas y sillas. Ella parecía aburrida o bien la clientela la puso aburrida.
Claro. Ahora son los borrachos de Quilpué los únicos habitué del local, y aunque no son pocos, si son escasos los que aún se mantienen en pie, y con metales y papeles en los bolsillos para sostener la caña avinagrada del dolor que arrastran sin haberlo identificado y ni nadie se atrevería identificar tanto drama que el paseante pueda llevar por la calle Blanco de Quilpué ni aquel que se tiró al suelo, ya cansado de los ladridos del perro aburrido de ellos.
Y te gustó, te atrajo el lugar. Tú querías ir más atrás eso sí, pero la vieja ni ganas tenía y menos un arreglado vinoso decente con fruta estacional: `"Le tenimo un pipeño dulcecito", dijo. Ella sentada recibe por la caña y por la caña no da ni unos paso por el inmenso culo que adiviné, ella siempre ha esperado sentada.
Aquellos borrachos disfrutaban a la hora de tener un lugar para estar. Unos con la garganta en ristre, otros adormilados, pero disfrutaban el trasnochado espacio que se les cedió a golpe de modernidad, de publicidad deseosa y engañosa. Y sí que te diste cuenta, que en el mall donde compramos cerveza helada enlatada en vitrina refrigerada, ellos no tienen cabida, no señor, pero eso sí, ingresan otros y no los clientes como los que, dignamente aburrida atiende la vieja del pasillo largo, antes de la muerte de los últimos borrachos de las calles del mundo de Quilpué.