domingo, 18 de enero de 2009

Elcira Muñoz, la muñeca: Las libretas de la meretriz y los anillos de la pordiosera

Todos los días, Elcira Muñoz era la primera de los clientes en llegar hasta las puertas de la oficina principal del Banco Estado en Alameda 1100, para realizar sus depósitos en las seis libretas de ahorro que le pertenecían.

Dos y tres faldones la vestían, un paño en su cabeza dos frazadas acuesta y un bolso armado de bolsas plásticas que apenas asía de un remedo de manilla hecho con cintas de embalaje que en una y cinco vueltas lograban dar volumen a esta improvisada maleta.

Ella, en la ventanilla correspondiente sacaba de sus bolsillos monedas de uno, cinco, diez y cien pesos y que trataba de ordenar sobre sus libretas expuestas a los ojos de la cajera bancaria. Una y otra moneda era de 500. La funcionaria, luego de contestar el saludo de Elcira, procedía a la cuenta de los metales como una acostumbrada actividad diaria frente a un habitual cliente.

Por muy extraña que pareciera esta clienta en los pasillos del banco, los guardias y la mayoría de las cajeras del banco la conocían desde hace tiempo. Es más, para la mayoría de ellos, Elcira era más antigua como clienta que ellos como empleados.

Todas sus monedas ganadas como pordiosera las llevaba cada mañana al banco para depositarlas. Elcira había abierto su primera libreta de ahorro a comienzo de los años 60.

El Santiago de los años 60

El restaurante Il Bosco fue inaugurado el 27 de octubre de 1947, en el local de Alameda de Las Delicias 867. Lo fundaron los hermanos Luis y Arilio Bosco Salzano y Luis Giannimeri. En la misma avenida, casi al frente a la casa Central de la Universidad de Chile, se encontraba la pastelería y salón de té “El Negro bueno”. Fue un café de amanecida. Estos dos locales acogieron a una nutrida actividad intelectual y recreativa de aquellos años.

Muchas prostitutas aparecían por el lugar conformado por estos locales, la Iglesia San Francisco y hacia el frente, la Casa Central de la Universidad de Chile.

Las llamadas “niñas de la noche” esperaban allí, atentas a capturar algún borrachín viniendo de “Il Bosco” o algún noctámbulo recién salido de “El Negro Bueno”. Todo el barrio de París y Londres, a sus espaldas, alternaba viviendas con burdeles y hoteles parejeros que permitían retozar un amor furtivo a sus anchas.

Una mujer llega a la Estación Central

Elcira Muñoz, era una muchacha de 25 años que “patinaba” por el sector en busca de clientes para su oferta de amor tarifado. Era una prostituta que como las demás compañeras del “ambiente” venían del sur de Chile en busca de nuevas formas para ganarse la vida a la que llevaban en sus pueblos o campos sin esperanzas ni acogida. De la Estación Central a la calle, casi un designio natural.

Su cara tersa, llena de polvos faciales, labios rojizos bien contorneados, rimel que lograba acentuar sus pestañas crespas la hacían parecerse a una muñeca. Su aspecto se hizo característico. Sus amigas, sus clientes, los comerciantes del sector y suplementeros le cambiaron su nombre. La empezaron a nombraron la Muñeca.

Las ganancias diarias, que lograba la Muñeca, las tenía que organizar. Sabía que la única manera de hacerse de ahorros para solventar tiempos difíciles era tener una libreta de ahorro. Ella sabía como organizarse.

La ciudad, las amistades y los tiempos le fueron mostrando nuevos formas de vida a la Muñeca. Se llenó de lujos que nunca le habría permitido la miserable vida de su pueblo natal. El gusto por las joyas se transformó en la principal debilidad. Sus dedos se cubrieron de ellos. Los lució peligrosamente. Pero no eran para ahorros, era el derecho a la prestancia y al poder. Ella quería disfrutar. Y los hacía relucir.

Elcira y su amiga Marta

Elcira Muñoz, tenía una amiga. Ella era una mujer de 23 años que también se dedicaba a la búsqueda de “clientes” al frente del restaurante Il Bosco. A veces, aparecían por allí no sólo pidiendo prestado el baño, sino para tomarse algún trago y hacer un comentario necesario. Eso lo hacían tanto en “Il Bosco” como en los locales nocturnos del entorno.

Ellas, el 24 de enero de 1968 no lograron verse durante la noche. Su amiga Marta Irenia Matamala Montecinos entró al baño de Il Bosco.. Los borrachines la reconocieron y cuentan que vestía de zapatos y cartera color lila. Marta volvió a su puesto callejero buscando clientela en la vereda Norte de la Alameda.

Era poco más de las 5:00 de la madrugada, cuando un misterioso hombre la contactó para ser su cliente.

Marta y su cliente atravesaron la Alameda en dirección a la calle Londres hasta el “Hotel Princesa”, una de las principales sedes de amor pasajero que se encontraba en Londres 49.

Había pasado solamente una hora desde que fuera vista por última vez, tan radiante y provocativa en las dependencias de “Il Bosco”.

Marta Matamala fue degollada, en la pieza 2 del hotel, por un enano maldito.

Elcira, la muñeca, ha logrado sobrevivir.

Han pasado 41 años de aquel suceso de muerte, hoy la Muñeca no habla, solo estira su mano derecha para recibir las monedas que los transeúntes le dejan caer.

Sus cinco dedos lucen anillos. Nada se sabe de sus libretas.

No habla, sólo masculla palabras que no se pueden descifrar, pero algo quiere decir.

Ella sigue viviendo. No se sabe si gracias al ahorro, a los anillos que decoran sus dedos, los perros que la circundan o el cobijo que le da las puertas de la iglesia de la Merced, en la comuna de Santiago.

Entre el azar y la destreza: Una cascada que encoleriza por su habilidad

Los juegos de azar en Chile sólo pueden ser autorizados por ley, según lo establece el artículo 60, número 19 de la Constitución Política del Estado. Las entidades que pueden operarlos son los hipódromos, los casinos, la Polla Chilena de Beneficencia y la Lotería de Concepción.

Desde hace un buen tiempo los chilenos nos hemos encontrado con unas máquinas que con un par de monedas nos hace ganar otras cuantas y luego retirase del lugar con la necesidad de volver a jugar.

La Municipalidad de Santiago ha autorizado algunos locales que tienen estas máquinas de habilidad o destreza en espera de un estudio que determine si son de destreza y habilidad. Mientras tanto cada mes los inspectores municipales controlan esta propagación cursando partes porque no cumplen con las normas de juegos de azar y casinos.

Mientras, Carabineros e inspectores municipales no tienen claro cómo actuar y dependen del criterio de los jueces de policía local, que están facultados para multar hasta por 600 mil pesos o requisar las máquinas.

En busca de un entendimiento

Los dueños de locales comerciales de juegos electrónicos, máquinas de azar o tragamonedas y que no pueden funcionar legalmente argumentan que “aquí se sanciona a quienes cometen un ilícito, pero permite el funcionamiento a ciertos grupos e intereses. Primero hay que modificar la ley original para ampliar el margen de autorizaciones y a la vez legislar para custodiar esta actividad. No nos parece que se deba legislar pensando en grandes instituciones como lotería, clubes hípicos, polla y ahora en los nuevos casinos autorizados en las regiones. No es correcto prohibir la libre competencia”.

Cuando estas máquinas de juegos electrónicos eran catalogadas como tragamonedas la policía requisó la mayoría de ellas. Hoy frente a los informes de Investigaciones y la Dirección de Investigaciones Tecnológica y Científica de la Universidad Católica de Chile (Dictus) la labor policial ha jugado un papel secundario.

Al hacer un recorrido por Santiago, queda en evidencia que las máquinas siguen funcionando como siempre. Eso sí, llama la atención que en la mayoría de los establecimientos que fueron visitados, los comerciantes reconocen haber sido multados. El motivo radica en que algunas máquinas no están incorporadas en su giro comercial. Curiosamente, dicen que hay otras, las llamadas cascadas, que sí están autorizadas por el municipio.


El informe Pin Ball y Cascadas


El Dictus dice en su informe “que existe un margen amplio para la práctica de la habilidad por parte del jugador, tales como buena visión, capacidad de análisis, reflejo y motricidad fina, que le permiten, primero, decidir sobre la conveniencia o no de jugar en la máquina, segundo, puede mejorar las posibilidades de jugar en esta máquina por tal motivo y a juicio de ésta, la máquina de entretenimiento de marca Cascada es catalogada del tipo determinista de habilidad predominantemente”.
El departamento jurídico de la municipalidad de Santiago emitió un oficio ordinario el 22 de junio de 2005 que informa sobre el funcionamiento de estas máquinas atendiendo al informe de Investigaciones y del Dictus. La ordenanza 102 de la municipalidad de Santiago permitió el funcionamiento de las dos máquinas consideradas como de “habilidad y destreza”, siempre que tuvieran previamente un giro principal y así ampliarse a la explotación de estas maquinas.

La engorrosa falta de destreza

Sin embargo, una circular de la municipalidad emitida en mayo de 2007, el concejo municipal comunica que no se dará patente para las máquinas catalogadas por el Dictus como de habilidad y destreza “sino cuentan con un peritaje nuevo de Investigaciones que diga que irrefutablemente –es decir, que resista cualquier análisis posterior- las máquinas que deciden explotar sean de habilidad y destreza”. De esta forma la municipalidad de Santiago no hace diferencias entre tragamonedas y las máquinas de habilidad y destreza. Todo vuelve al punto inicial.

Según fuentes de Investigaciones de Chile, que no quisieron identificarse dicen “que la Superintendencia de casinos ni nosotros podemos, ni estamos en condiciones de entregar un informe que acredite irrefutablemente que esas máquinas son de habilidad y destreza”.

Los resquicios legales a la hora de los obstáculos municipales


En San Diego con Eleuterio Ramírez, se encuentra el negocio de Rodrigo Tapia Huerta, lleva un año tratando de legalizar su negocio con las máquinas cascadas y pinball. Hasta la fecha ha sido imposible hacerlo puesto que los inspectores le exigen cada vez distintas obligaciones, pero no le clausuran el local y cada visita de los inspectores es un parte de $ 100.000.

Rodrigo Tapia se las arregla como otros lo están haciendo para seguir viviendo, “Todas las exigencias que hace la municipalidad no son claras, son engorrosas, por decir lo mínimo. Y como uno tiene que vivir me las tuve que arreglar a la chilena, amplié mi giro de confitería a arreglo de máquinas de juegos electrónicos, así hago reparaciones mecánicas y demostraciones en directo a mis clientes y eso pasa bien a los ojos municipales. Deben regular y no sancionar. Si usted sabe algo básico de electrónica se dará cuenta que son sólo juguetes y no máquinas tragamonedas como se les denomina”.

Parece ser un juguete, pero hace daño.

Fuentes:
Municipalidad de Santiago
Dictus
PDI
Emol.com